jueves, 10 de marzo de 2011

PERAS AL OLMO

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LAS PERAS DEL OLMO


Ni los dichos pasan de boca en _______________, de generación en generación, sin más ni más.

Y ésta es una historia simple sobre uno de los más grandes misterios de la Naturaleza. Por qué los olmos..., no dan peras.

Yo vivía en una de las ramas de aquel gigantesco olmo _______________. Mi nido se encontraba en la séptima rama. Un lugar desde el cual divisaba perfectamente el suelo y oía todo lo que allí sucedía.

El olmo alzaba su imponente presencia en la plaza mayor del _______________. A su alrededor un cuidado jardín público, con bancos para los ancianos, columpios y toboganes para que los niños y las _______________ se divirtieran.

Las _______________ más importantes del pueblo formaban el perímetro de la plaza: la alcaldía, el cine, el museo... No faltaba un quiosco, un aparcamiento y una churrería.

El olmo y la _______________ formaban algo así como «el ombligo del mundo» para los habitantes del lugar.

Una tarde, apoyados en el _______________, el alcalde del lugar y el jefe del casino discutían de fútbol, como solían hacer casi cada lunes.

El olmo disfrutaba tan tranquilo de su puesta de _______________, sin prestar atención a las palabras de los dos _______________.

Hasta que de pronto:

-¡Pero hombre..., eso es imposible! ¿Qué estás diciendo?

-Te repito que puede ser, lo que pasa es que tú eres un _______________. -¡Que no, que no!

-¡Que _______________!

-¡Es como..., como..., como pedir peras al _______________!

¿Peras al olmo? ¡Ah, el olmo se puso muy tieso al notar que hablaban de _______________!

-¡Esto no tiene nada que ver con lo que dices!

-Y yo te repito que es como pedirle peras al olmo.

El olmo nunca había pensado en la cuestión. ¡Qué curioso! Y el _______________ había dicho explícitamente «peras». ¿Por qué? Era _______________ que él diera... peras.

Aquella noche, el árbol no pudo _______________. Lo vi preocupado, trastornado. Su madera se puso pálida y algunas hojas llegaron a desprenderse para caer al _______________.

-Los humanos hablan así, sin más -le dije yo-. No les hagas caso. Son muy raros. Siempre están deseando lo que no tienen y esperando cosas raras.

-¿Y si están molestos conmigo por mi presencia? ¿Y si deciden _______________ para poner una fuente en mi lugar? ¡Nunca me sentí tan mal cuando les oía hablar así de mí! Daban por _______________ que yo era incapaz de hacer nada, y menos... de dar peras.

-Es que los olmos no dan peras -repuse _______________.

El árbol me miró escéptico.

-¿Y tú cómo lo _______________? -me preguntó-. ¿Has visto otros olmos? ¿Conoces a muchos olmos?

Evidentemente tuve que decirle que no; pero que el _______________ común..., la naturaleza..., la lógica...Desde aquel día, el olmo se concentró por completo en sí mismo y todos notamos cómo una de sus _______________ le merecía una especial atención. Enviaba a ella la savia más nutritiva y permitía que los mejores rayos de sol la calentasen.

De noche, la protegía del _______________ y del viento, y cuando _______________, permitía que las gotas la cubrieran con generosidad. De pronto, en primavera, vimos cómo brotaba algo, todavía muy pequeño.

-¡El que picotee mi fruto...!

Y blandía las ramas enfurecido, asustando a cualquier _______________, hambriento o no.

Los hombres no prestaron atención a lo que hacía. Hasta que el pequeño fruto comenzó a tener una forma concreta y entonces, algunas miradas curiosas empezaron a dirigirse hacia él.

Yo creo que fui uno de los primeros en ver de qué se trataba.

-¡Una... pera!

El olmo me dirigió una sonrisa.

-Y decían que no podía -dijo sin darle importancia, pero con una tremenda afectación y orgullo.

Yo no podía creérmelo, pero sí..., era una pera. Una _______________ después, uno de los hombres señaló hacia el olmo y de pronto se puso a gritar:

-¡Una pera! ¡Una pera!... ¡El olmo ha tenido una pera!

El pueblo entero rodeó el _______________y la plaza mayor quedó abarrotada de _______________. Los mayores explicaban a los niños que los olmos no daban peras y los viejos gruñían que aquello era por causa de la polución y de las comidas sintéticas.

-¡Cualquier día nos salen manos en los pies y ojos en la espalda! -aseguraba uno muy espantado.

La pera del olmo pasó a ser el _______________acontecimiento del lugar... y de sus alrededores.

Los desconfiados murmuraban que seguramente estaría pegada con _______________. Ésta fue la causa de que un experto botánico se desplazase desde la capital para estudiar el fenómeno. Él atestiguó:

-Es de verdad. No cabe la menor _______________. ¡Es una pera! Este olmo es un prodigio.

La gente miraba al olmo como si fuese un extraterrestre.

-Mira que si diese plátanos...

-No, mejor uvas...

El árbol se movió incómodo al escuchar todo esto. ¡Con lo que le había _______________ hacer brotar aquella pera! ¿No iban a tener bastante ahora?

-No les hagas caso -seguí advirtiéndole yo-. Son insaciables, nunca tienen suficiente. ¡Bastante has hecho ya por ellos!­

El olmo no quiso escucharme. Se encerró en su corteza, comenzó a arrugarse de lo mucho que se preocupó, y entró en un mutismo del que nada pudo arrancarle. Día tras día su estado me preocupaba seriamente. Y ya me disponía a buscar otro acomodo, aunque fuese menos céntrico, cuando, de repende, una noche desplegó súbitamente sus _______________ y gritó:

-¡Ya está! -y luego agregó muy convencido- Van a ver de lo que soy capaz...Ya verán...; sí, van a ver...

No sé qué habría sucedido o qué habría hecho de no ser por aquel incidente casual... y oportuno, que volvió a poner las _______________ en su sitio.

Precisamente se hablaba ya de que iban a visitar el pueblo comi­siones de botánicos de todo el mundo, expertos en genética y biología, sabios y científicos...

Una mañana, el _______________del alcalde, Gustavito, aprovechó para _______________la cerca colocada alrededor del árbol. Nadie lo vio encaramarse por el tronco ni avanzar por la rama de la pera, pese a estar la _______________ repleta de gente.

El olmo casi arrancó sus _______________ del suelo para echar a correr.

-¡Eh, tú, vete de aquí! -gritó al niño.

Gustavito no lo entendió, porque el idioma de los olmos es muy especial, reseco, retorcido, rugoso. Nadie podía hacer nada.

En el mismo momento en que Gustavito arrancaba la pera y se la lle vaba a la _______________ su madre gritó aterrada:

-¡Gustavito..., no!

Pero la tragedia ya se había consumado, y el niño se decidió a propinarle un feroz _______________. Debió de pensar que, como de todas formas lo iban a _______________, al menos consumaría lo que había ido a hacer.

-¡Pero si no sabe a _______________!... ¡No tiene sabor!... ¡No sabe a pera! - exclamó Gustavito.

El caos fue impresionante. Llegó el boticario y fue el _______________ en morder la pera. Después lo hizo el tendero.

-Tiene razón, no sabe a nada... no sabe a pera... -exclamaron. El olmo se estremeció.

-Te advertí que nunca se conformaban -le dije a mi amigo el árbol.

-Yo... yo no sé cómo saben las peras... Yo sólo intenté hacer una pera con mi mejor voluntad... ¡Pero nadie me dijo que, además tenía que saber como una pera! El olmo estaba abatidísimo.

Bajo un impresionante silencio la _______________ comenzó a regresar a sus casas. Parecía como si el sueño... hubiese terminado.

-Soy yo, sigo siendo yo, vuestro olmo... -balbuceó mi amigo.

Aquélla fue una amarga _______________ y no digamos los días que siguieron al hecho. Todavía algunos esperaron que volviera a producirse el _______________; pero el olmo ya estaba cansado y había tenido bastante con su funesta primera experiencia.

-¡Que nadie me pida una pera! -dijo, finalmente, muy enfadado.

Aquello fue el final de la historia. Con el tiempo, los habitantes del pueblo casi se olvidaron del incidente de la _______________. Algunos miraban de vez en cuando al _______________ y sonreían.

Luego, los _______________como yo contamos la historia a otros pájaros y a otros árboles, y de esta forma la historia del olmo que había dado una pera fue conocida.



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